Hace mucho que no te vuelvo a abrir. Extrañaba escribir en tus páginas mis fantasías más ardientes y hoy he venido a plasmar una nueva. El protagonista en esta oportunidad es un chico que solo tiene un año en las Grandes Ligas y ya ha conquistado millones de corazones gracias a su talento, carisma y, sobre todo, su extrema belleza. Es el joven 3B de los Chicago Cubs y reinante Novato del Año de la Liga Nacional 2015, el único, el bellísimo, el incomparable: Kris Bryant. Mi aventura ficticia con Kris empieza así:
Las Vegas, Nevada. La Ciudad del Pecado. El paraíso de los apostadores. El sitio por excelencia de los casinos, los cabarets, las luces y etc.
Era un jueves por la noche. Yo me encontraba preparándome para mi show. Era una "Vegas Showgirl". Muchos hombres habían en el lugar esperando ver bailar a hermosas mujeres vestidas con atuendos que dejaban ver todo a la imaginación, eso sí, con mucha pluma, lentejuela y canutillos. La música comenzó a sonar y yo junto a mis compañeras salimos a bailar con mucha energía y sensualidad en el escenario. Los hombres nos silbaban y se volvían locos.
Al terminar el baile, se me ocurrió algo que estaba fuera de lo pautado: quería cantar. Me acerqué a mi jefe y le dije que si podía abrir la ronda del karaoke. Él no se negó y me dejó cantar.
Yo volví al escenario con una pantalla blanca detrás de mí, tomé el micrófono y me dirigí al público diciendo: "Buenas noches, amigos! Estoy súper encantada de que estén aquí en este maravilloso lugar esta noche. Quién quiere karaoke?"
Todos alzaron la mano, pero yo fijé la mirada en uno que estaba sentado en una de las mesas cercanas al escenario. "A ese chico que está allí en esa mesa a mano izquierda", le dije.
Bajé del escenario un momento y me acerqué a ese imponente hombre de 1.95 metros de estatura, de cuerpo atlético y en óptimas condiciones. Su rostro parecía esculpido por los dioses: labios provocativos, nariz bien perfilada, pero sus incandescentes ojos azules, tan claros como el mar, me atrayeron brutalmente.
Le pregunté: "Cómo te llamas?"
A lo que contestó: "Mi nombre es Kristopher, pero todos me dicen Kris".
- "Ah ok. Hola, Kris. Bienvenido. Mi nombre es Carla, un placer. Me gustaría arrancar esta ronda de karaoke contigo pero en el escenario, así que ven conmigo por favor".
- "Pero yo no sé cantar", me contesta Kris. "Es que tú no vas a cantar, yo soy la que te voy a cantar a ti, te la dedico". Le respondí para luego exclamar: "Música, maestro!"
La música comenzó a sonar y yo empecé a bailarle sensualmente a Kris delante de todos, para después bailarle y cantarle:
"Me delata la mirada. hacerme la tonta para qué si a mí no me importa nada. Prefiero vivir y perder que no haber vivido nada. Si te vas, quedaré en un dolor que jamás conocí... Andas en mi cabeza, nene, a todas horas -no sé cómo explicarte-, el mundo me da vueltas, tú me descontrolas -no paro de pensarte-. Por ti me la paso imaginando que contigo me casé y por siempre te amé".... Mientras le cantaba, Kris sólo reía y bailaba a mi lado.
"Me delata la mirada. hacerme la tonta para qué si a mí no me importa nada. Prefiero vivir y perder que no haber vivido nada. Si te vas, quedaré en un dolor que jamás conocí... Andas en mi cabeza, nene, a todas horas -no sé cómo explicarte-, el mundo me da vueltas, tú me descontrolas -no paro de pensarte-. Por ti me la paso imaginando que contigo me casé y por siempre te amé".... Mientras le cantaba, Kris sólo reía y bailaba a mi lado.
Tras ese momento, Kris y yo intercambiamos números de teléfono y desde esa noche, no dejaba de hablar con él por Whatsapp y pensar en él, en sus ojos azules de impacto, en su sonrisa tan brillante como un diamante y de su dulzura.
Un día, Kris me escribe para invitarme a salir con él, la cual acepté. Le di las coordenadas de mi casa y al cabo de una hora después, él apareció en el frente. Se bajó de su carro último modelo, lucía una t-shirt blanca con chaqueta y pantalones negros y un par de zapatos Adidas negros. Yo salí con un vestido corto floreado y unos tacones rosados altos.
"Estás hermosísima, dijo Kris. "Gracias! Y tú ni se diga (jajaja)" le respondí. Kris posteriormente me preguntó: "Qué te parece si recorremos Las Vegas juntos?" - Yo: "Sería genial!".
Nos recorrimos toda la ciudad. La vuelta por Las Vegas Strip fue fantabulosa. Desde Caesars Palace hasta Planet Hollywood, pasando por el MGM Grand, el Mandalay Bay, la fuente Bellagio y las múltiples "capillas" donde la gente suele hacer sus "matrimonios express". Hasta a la famosa tienda de empeños de "El Precio de la Historia" fuimos a dar.
Después de todo ese recorrido, Kris me lleva hasta el Desierto de Nevada. Kris detiene su carro en medio del desierto y me roba un beso. Yo quedé paralizada por unos segundos. Él sólo reía mientras veía mi cara de shock; seguidamente lo miré y le repetí la jugada. Él se volvió a reír y luego dijo: "te gustó el juego, no?"
Ambos reímos y nos empezamos a comer a besos dentro del carro. Nos repartimos besos y caricias en ese momento. Lentamente, le iba despojando su ropa: le quitaba la chaqueta, la camisa; le desprendí su cinturón, desabotoné y le bajé el cierre de su pantalón. Me senté sobre su entrepierna y me aferré a él mientras me devoraba con sus labios. Kris me ponía sus manos en mis caderas y poco a poco levantaba mi vestido hasta quitármelo. Después, vio que no cargaba sostén, así que me arrancó mi pantaleta.
Seguidamente, Kris bajó del carro, sacó una toalla que tenía guardada en su maleta y la tendió en el suelo desértico. Me bajó del auto completamente desnuda y cargada en sus brazos y me acostó sobre esa toalla. Él se bajó los pantalones, quedó sólo en ropa interior. Se puso sobre mí y empezó a besarme intensamente, recorriendo mi cuerpo con sus manos, elevando mi éxtasis a niveles tan altos como la temperatura del desierto. Pasó mi lengua desde mi cuello, pasando por mis pezones y mi estómago hasta llegar al clítoris. Sus manos hacían fiesta en mi piel, provocándome cosquillas. Me puse de rodillas, le bajé la ropa interior y me puse de espaldas a él, quien aprovechó para penetrarme y darme duro. Yo me le movía como si no hubiese mañana.
Minutos más tarde, Kris se acostó sobre la toalla tendida en la arena y yo me le monté encima. Me movía sobre él lentamente al principio y luego subía la intensidad; mientras tanto, él pasaba sus manos por mis caderas, mi cintura, me apretaba los pechos,sus dedos jugaban con mis pezones. Le chupaba los dedos varias veces y repetía las caricias.
Kris se sentó y me besaba y abrazaba fuertemente mientras yo seguía moviéndome sobre su entrepierna. Sus gemidos eran música para mis oídos. Su sudor recorría mi cuerpo constantemente. Sus besos eran sutiles pero sensuales a la vez.
Kris volvió a cargarme y me sentó en la parte delantera de su carro. Volvió a apuntar su boca a mi clítoris, chupándolo y pasando su lengua por allí una y otra vez. Yo puse mis manos en su cabeza. Él, con sus manos en mis piernas, mis caderas, mi cintura y mis pechos. Después, él se levantó y se posó en la parte delantera del carro. Yo le devolví el favor poniendo su miembro en mi boca y succionándolo varias veces, con mis manos subiendo y bajando de su pecho. Y él se lo disfrutaba gimiendo y riendo.
Más tarde, Kris volvió a montarme en el carro, esta vez acostada en el asiento trasero. Él se puso sobre mí y me penetró en mi vagina; se movía rápido y luego lento, lo hacía una y otra vez. Yo no paraba de gritar y gemir. Le puse una mano en su pecho al tiempo que me penetraba. Después se puso sobre mí y se movía sensualmente. Ambos sudábamos intensamente y saciábamos nuestros deseos carnales con mucha pasión y lujuria. Hasta que Kris y yo no pudimos más cuando llegamos al clímax. Con otro beso y aferrados entre sí, acabamos en el acto.
Te dejo, Diario. Prometo no volverme a perder para escribirte otra vez.
- Carla.
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