Querido Orange Shoe Diary: Hoy te vuelvo a
abrir para contarte una nueva fantasía. Para esta nueva aventura
perversa, dejamos a un lado a la gente de los San Francisco Giants y
exploramos por otros equipos para conseguir gente dispuesta a calentar
estas páginas. Para esta historia que te contaré hoy, una “Raya” nada
desde las aguas de Tampa Bay hasta este picante cuaderno con miras a
buscar a una hembra de su especie para aparearse: Evan Longoria, la cara
insigne de los Tampa Bay Rays. Que no se hable más y que empiece este
sarao:
St. Petersburg, Florida. Una ciudad cercana a Tampa y a Clearwater que forman parte de la región conocida como Tampa Bay. Gente caminando por las calles de la ciudad pequeña pero próspera. Corazón financiero y administrativo de la bahía de Tampa.
En una mañana soleada y resplandeciente, yo me encontraba trotando en el boulevard de la ciudad, a orillas de la bahía. Luego de 20 minutos de trote y unos cinco más de caminata por todo el lugar, me hidraté y volví a mi apartamento en un lujoso edificio del centro de “St. Pete”. Tomé un baño y me cambié de ropa para ir luego a una reunión de trabajo en una agencia de publicidad. Mientras iba caminando con mis carpetas en mano, aceleraba el paso y los taconazos a un ritmo muy agitado; y es que andaba super apurada porque iba con algo de retraso.
Al llegar a la puerta del edificio, no me fijé quién venía por delante y tropecé con un hombre que iba entrando al mismo edificio. El choque entre ambos hizo que se me cayeran las carpetas. El hombre, de piel bronceada, cabello castaño oscuro, ojos marrones claros (a veces color miel), de imponente estatura y cuerpo atlético y muy bien tonificado; muy amablemente me ayudó a recoger los papeles y a guardarlos en dichas carpetas. “Perdón por haber tropezado, es que andaba muy apurada, siento que voy retrasada y me van a matar allá en la oficina. Gracias por ayudarme a recoger las cosas que se me cayeron”, le dije a este hombre, lo cual respondió: “Tranquila, para la próxima ten más cuidado. Soy Evan, mucho gusto”. “El gusto es mío, Evan. Soy Carla, un placer conocerte”, le contesté. “Estoy en el piso 8 por si deseas buscarme y pedirme ayuda en lo que quieras”, rematé. Evan, con una sonrisa en su rostro, me respondió: “Está bien”. Ambos entramos pero no seguimos juntos. Evan fue a la recepción y yo tomé directo el ascensor para ir a mi oficina en el piso 8. Al llegar a la oficina, entregué las carpetas a mi jefe y nos pusimos a debatir ideas sobre una campaña turística para la ciudad y venderla ante el mundo.
Tras horas y horas mostrando diapositivas y creando varios slogans para dicha campaña, fui a mi escritorio cuando una de las empleadas me avisa que “hay un tal Evan en la puerta del ascensor que quiere hablar contigo, Carla”. “Dile que ya voy”, le contesté mientras le daba a “Save” a un archivo de Excel que tenía abierto en la computadora. Fui hacia la zona del ascensor y efectivamente estaba Evan allí parado. “Y eso que pasaste por acá?”, le pregunté. “En el momento que estábamos ahí afuera, por ayudarte a recoger tus cosas, olvidé por completo pedir tu número de teléfono e invitarte a almorzar ahora al mediodía en el restaurante que está en la planta baja de acá, no sería mucha molestia, señorita?”, replicó Evan extendiendo su invitación a almorzar con él al mediodía. “Ok, no hay problema. Nos vemos al mediodía, Evan”. Nos intercambiamos teléfonos, e-mails y me fui de regreso a mi escritorio. Dos horas después, el reloj marca las 12 del mediodía.
Toca la hora del almuerzo y es en ese momento cuando suena mi teléfono móvil y, tal y como me lo imaginé, es Evan llamándome para saber si iba en camino. “Ya estoy en el ascensor, dame unos 5 minutos y estoy allá, te parece?” “No hay problema, Carla. Acá te estoy esperando mientras tomo una copa de vino tinto”, me contestó Evan.
Diez minutos después, aparezco en el fino restaurante del edificio. Un lugar donde se sirve lo mejor de la gastronomía mediterránea, española e italiana; todo en un mismo sitio. Licores selectos y finos, música selecta y bohemia, gente trabajadora y bien posicionada económicamente hablando sentada en las mesas deleitando sus paladares. En fin, el lujo por donde sea. Al llegar allí, Evan se levantó y me llevó a la mesa donde él estaba sentado. Ya tenía guardado mi puesto y además tenía servida una copa de vino para mí. “Oye, no te hubieses molestado en todo esto del vino y el almuerzo”, le dije en tono sorpresivo. Evan soltó una pequeña carcajada y con una resplandeciente sonrisa, me dijo: “Esto lo hago no sólo por agradecerte el haberme permitido ayudarte a recoger lo que se te cayó esta mañana, sino también como una manera de homenajear a la belleza de mujer que eres”. Yo me sonrojé y suspiré tras esas palabras de Evan. En ese momento, el mesonero llega con el menú. Yo pedí una paella española con un jugo de piña. Evan pidió una pasta a la napolitana y otro vino tinto. Mientras venía la comida, Evan me contaba cosas de su vida: “Yo juego beisbol todos los días, pero cuando no estoy jugando, me encanta cocinar. Soy muy bueno en la cocina. Aprovecho mis vacaciones para tomar cursos de chef y cuando hay una reunión familiar o de amigos, yo hago casi todos los bocadillos”.
"Wow, entonces tú eres todo un cocinero que juega beisbol", le dije soltando una carcajada. Al rato, llegaría la comida. Mientras degustábamos nuestros platillos,Evan me invita a salir esta noche. Yo acepté la invitación. "Te paso buscando a tu casa a eso de las 5:30. Iremos al cine, y de ahí iremos a donde tú quieras, te parece?", me dijo él. "No hay problema, cariño". Le di la dirección de mi casa para que pudiera ir a recogerme.
Luego del almuerzo, Evan se fue a su casa y yo subí a mi oficina a seguir trabajando. Como era un viernes, salí de allí a las 4 pm y de una vez me fui a casa. Busqué mi ropa, me bañé, me arreglé y esperé a Evan, quien se apareció media hora antes. Al bajar del carro, me dijo: “Estás hermosa”. “Gracias”, le respondí. Evan me montó en el carro y fuimos al cine. Dos grandes cajas de popcorn y vasos de refrescos fueron suficientes para disfrutar de la película que ambos fuimos a ver.
Tras la película, Evan me llevó a casa. Al dejarme, iba a punto de arrancar cuando le dije: “No te vayas, quédate conmigo hoy”. Evan se sorprendió al escuchar esas palabras, y preguntó por qué. “Mis padres salieron de viaje este fin de semana y no regresan sino hasta el domingo”. “Está bien, pero deja que vaya por algo de ropa a mi casa y me quedo contigo este fin de semana, si va?”, respondió Evan, para luego acelerar su carro e ir rumbo a su casa. 20 minutos después, Evan toca el timbre de mi casa. Le abro la puerta y lo recibo con un fuerte abrazo. Le llevo su pequeña maleta a mi cuarto.
"Me voy a bañar, dónde está el baño?", preguntó. "Allí enfrente tienes el baño mi amor", le respondí. Evan se quitó la ropa y se metió a la ducha. Yo veía la televisión hasta que me percaté que la puerta del baño estaba abierta. Desde mi cama, podía ver la puerta corrediza de la ducha, que es tan transparente que podía ver claramente a Evan bañándose. Mientras lo veía ducharse, empezaba a sentir deseo. Su atlético y sexy cuerpo mojado provocaba en mí mucha lujuria. Me calentaba más cuando la espuma formada por el jabón corría por el cuerpo desnudo y mojado de Evan. Mordía mis labios, pasaba mi lengua sobre ellos una y otra vez.
No pude resistir y fui directo al baño. Me desnudé y entré a la ducha. “Tranquilo, yo también ando algo apestosa y me quiero duchar, no sería mucha molestia si me baño contigo?”, le dije a Evan. Su respuesta fue: “Éste es tu baño y yo no tengo problema en que lo quieras compartir conmigo”.
Ambos reímos y empezamos a jugar entre nosotros con el jabón. Yo le pasaba el jabón por su pecho, su abdomen, sus muslos, sus piernas; subía y se lo pasaba por su trasero, su espalda, sus hombros y sus brazos. Él hacía lo propio con el jabón, pasándolo por mis hombros, mis brazos, mis pechos, mi cintura, mis caderas, mis piernas y mi vagina. Evan soltó el jabón y empezó a masajearme y acariciarme en todo mi enjabonado cuerpo. Me besaba y lamía mi cuello mientras su mano derecha hacía cosquillas en mi vagina y su otra mano me sostenía por la cintura y me acariciaba desde mi cadera hasta mis pechos, mientras estábamos bajo la ducha mojándonos. Me di media vuelta y empecé a besarlo y abrazarlo con mucha pasión y lujuria. De la ducha nos fuimos a la cama. Evan me acostó en mi cama y empezó a besarme desde mis labios, pasando por mi cuello, mis pechos, chupando mis pezones, lamiendo mi estómago y mi clítoris. Evan me penetró y empezó a moverse sobre mí intensamente. Gemidos y leves gritos hacía mientras él se movía sobre mí y a su vez me besaba desde mis labios hasta mi cuello. Me agarró y me sentó sobre y de frente a él. Yo me agitaba sobre su entrepierna una y otra vez, mientras él acariciaba mi espalda, mis hombros, mis pechos y besaba mi cuello y mis labios. Luego, Evan se acostó y yo me quede encima de él, seguía agitándome, mientras él pasaba sus manos una y otra vez por mis caderas, mis pechos, mis hombros y mis brazos; nos agarrábamos de manos, me ponía su dedo en mi boca y se lo chupaba y mordía suavemente. Mis manos acariciaban su pecho una y otra vez. Me inclinaba hacia su pecho y se lo besaba y lamía una y otra vez. Acto seguido, Evan y yo nos acostamos de lado, él detrás de mí. Me penetraba por mi trasero y me agarraba por la cintura al mismo tiempo que ambos seguíamos moviéndonos sensualmente. Me pasaba su mano derecha por mis pechos, mi vagina, mi pierna derecha, mi espalda y mi hombro. Evan cambiaba la intensidad de sus movimientos de lenta a rápida; yo reía, gritaba y gemía cada vez que él lo hacía, hasta que nuestros cuerpos no aguantaron más y se detuvieron. Llenos de sudor, Evan y yo nos abrazamos y nos besamos continuamente.
Vaya noche picante en Tampa Bay, eh? No tengo palabras suficientes para describir esta aventura. Evan Longoria es uno de los hombres más sexys dentro de la MLB y el hecho de haber tenido esta fantasía con él sencillamente habla por sí sola. Valió la pena salir por un momento de la “zona de confort” y explorar otro tipo de gente sin salirnos del beisbol.
Te dejo, Diario. Espero abrirte en una próxima oportunidad.
- Carlita.
St. Petersburg, Florida. Una ciudad cercana a Tampa y a Clearwater que forman parte de la región conocida como Tampa Bay. Gente caminando por las calles de la ciudad pequeña pero próspera. Corazón financiero y administrativo de la bahía de Tampa.
En una mañana soleada y resplandeciente, yo me encontraba trotando en el boulevard de la ciudad, a orillas de la bahía. Luego de 20 minutos de trote y unos cinco más de caminata por todo el lugar, me hidraté y volví a mi apartamento en un lujoso edificio del centro de “St. Pete”. Tomé un baño y me cambié de ropa para ir luego a una reunión de trabajo en una agencia de publicidad. Mientras iba caminando con mis carpetas en mano, aceleraba el paso y los taconazos a un ritmo muy agitado; y es que andaba super apurada porque iba con algo de retraso.
Al llegar a la puerta del edificio, no me fijé quién venía por delante y tropecé con un hombre que iba entrando al mismo edificio. El choque entre ambos hizo que se me cayeran las carpetas. El hombre, de piel bronceada, cabello castaño oscuro, ojos marrones claros (a veces color miel), de imponente estatura y cuerpo atlético y muy bien tonificado; muy amablemente me ayudó a recoger los papeles y a guardarlos en dichas carpetas. “Perdón por haber tropezado, es que andaba muy apurada, siento que voy retrasada y me van a matar allá en la oficina. Gracias por ayudarme a recoger las cosas que se me cayeron”, le dije a este hombre, lo cual respondió: “Tranquila, para la próxima ten más cuidado. Soy Evan, mucho gusto”. “El gusto es mío, Evan. Soy Carla, un placer conocerte”, le contesté. “Estoy en el piso 8 por si deseas buscarme y pedirme ayuda en lo que quieras”, rematé. Evan, con una sonrisa en su rostro, me respondió: “Está bien”. Ambos entramos pero no seguimos juntos. Evan fue a la recepción y yo tomé directo el ascensor para ir a mi oficina en el piso 8. Al llegar a la oficina, entregué las carpetas a mi jefe y nos pusimos a debatir ideas sobre una campaña turística para la ciudad y venderla ante el mundo.
Tras horas y horas mostrando diapositivas y creando varios slogans para dicha campaña, fui a mi escritorio cuando una de las empleadas me avisa que “hay un tal Evan en la puerta del ascensor que quiere hablar contigo, Carla”. “Dile que ya voy”, le contesté mientras le daba a “Save” a un archivo de Excel que tenía abierto en la computadora. Fui hacia la zona del ascensor y efectivamente estaba Evan allí parado. “Y eso que pasaste por acá?”, le pregunté. “En el momento que estábamos ahí afuera, por ayudarte a recoger tus cosas, olvidé por completo pedir tu número de teléfono e invitarte a almorzar ahora al mediodía en el restaurante que está en la planta baja de acá, no sería mucha molestia, señorita?”, replicó Evan extendiendo su invitación a almorzar con él al mediodía. “Ok, no hay problema. Nos vemos al mediodía, Evan”. Nos intercambiamos teléfonos, e-mails y me fui de regreso a mi escritorio. Dos horas después, el reloj marca las 12 del mediodía.
Toca la hora del almuerzo y es en ese momento cuando suena mi teléfono móvil y, tal y como me lo imaginé, es Evan llamándome para saber si iba en camino. “Ya estoy en el ascensor, dame unos 5 minutos y estoy allá, te parece?” “No hay problema, Carla. Acá te estoy esperando mientras tomo una copa de vino tinto”, me contestó Evan.
Diez minutos después, aparezco en el fino restaurante del edificio. Un lugar donde se sirve lo mejor de la gastronomía mediterránea, española e italiana; todo en un mismo sitio. Licores selectos y finos, música selecta y bohemia, gente trabajadora y bien posicionada económicamente hablando sentada en las mesas deleitando sus paladares. En fin, el lujo por donde sea. Al llegar allí, Evan se levantó y me llevó a la mesa donde él estaba sentado. Ya tenía guardado mi puesto y además tenía servida una copa de vino para mí. “Oye, no te hubieses molestado en todo esto del vino y el almuerzo”, le dije en tono sorpresivo. Evan soltó una pequeña carcajada y con una resplandeciente sonrisa, me dijo: “Esto lo hago no sólo por agradecerte el haberme permitido ayudarte a recoger lo que se te cayó esta mañana, sino también como una manera de homenajear a la belleza de mujer que eres”. Yo me sonrojé y suspiré tras esas palabras de Evan. En ese momento, el mesonero llega con el menú. Yo pedí una paella española con un jugo de piña. Evan pidió una pasta a la napolitana y otro vino tinto. Mientras venía la comida, Evan me contaba cosas de su vida: “Yo juego beisbol todos los días, pero cuando no estoy jugando, me encanta cocinar. Soy muy bueno en la cocina. Aprovecho mis vacaciones para tomar cursos de chef y cuando hay una reunión familiar o de amigos, yo hago casi todos los bocadillos”.
"Wow, entonces tú eres todo un cocinero que juega beisbol", le dije soltando una carcajada. Al rato, llegaría la comida. Mientras degustábamos nuestros platillos,Evan me invita a salir esta noche. Yo acepté la invitación. "Te paso buscando a tu casa a eso de las 5:30. Iremos al cine, y de ahí iremos a donde tú quieras, te parece?", me dijo él. "No hay problema, cariño". Le di la dirección de mi casa para que pudiera ir a recogerme.
Luego del almuerzo, Evan se fue a su casa y yo subí a mi oficina a seguir trabajando. Como era un viernes, salí de allí a las 4 pm y de una vez me fui a casa. Busqué mi ropa, me bañé, me arreglé y esperé a Evan, quien se apareció media hora antes. Al bajar del carro, me dijo: “Estás hermosa”. “Gracias”, le respondí. Evan me montó en el carro y fuimos al cine. Dos grandes cajas de popcorn y vasos de refrescos fueron suficientes para disfrutar de la película que ambos fuimos a ver.
Tras la película, Evan me llevó a casa. Al dejarme, iba a punto de arrancar cuando le dije: “No te vayas, quédate conmigo hoy”. Evan se sorprendió al escuchar esas palabras, y preguntó por qué. “Mis padres salieron de viaje este fin de semana y no regresan sino hasta el domingo”. “Está bien, pero deja que vaya por algo de ropa a mi casa y me quedo contigo este fin de semana, si va?”, respondió Evan, para luego acelerar su carro e ir rumbo a su casa. 20 minutos después, Evan toca el timbre de mi casa. Le abro la puerta y lo recibo con un fuerte abrazo. Le llevo su pequeña maleta a mi cuarto.
"Me voy a bañar, dónde está el baño?", preguntó. "Allí enfrente tienes el baño mi amor", le respondí. Evan se quitó la ropa y se metió a la ducha. Yo veía la televisión hasta que me percaté que la puerta del baño estaba abierta. Desde mi cama, podía ver la puerta corrediza de la ducha, que es tan transparente que podía ver claramente a Evan bañándose. Mientras lo veía ducharse, empezaba a sentir deseo. Su atlético y sexy cuerpo mojado provocaba en mí mucha lujuria. Me calentaba más cuando la espuma formada por el jabón corría por el cuerpo desnudo y mojado de Evan. Mordía mis labios, pasaba mi lengua sobre ellos una y otra vez.
No pude resistir y fui directo al baño. Me desnudé y entré a la ducha. “Tranquilo, yo también ando algo apestosa y me quiero duchar, no sería mucha molestia si me baño contigo?”, le dije a Evan. Su respuesta fue: “Éste es tu baño y yo no tengo problema en que lo quieras compartir conmigo”.
Ambos reímos y empezamos a jugar entre nosotros con el jabón. Yo le pasaba el jabón por su pecho, su abdomen, sus muslos, sus piernas; subía y se lo pasaba por su trasero, su espalda, sus hombros y sus brazos. Él hacía lo propio con el jabón, pasándolo por mis hombros, mis brazos, mis pechos, mi cintura, mis caderas, mis piernas y mi vagina. Evan soltó el jabón y empezó a masajearme y acariciarme en todo mi enjabonado cuerpo. Me besaba y lamía mi cuello mientras su mano derecha hacía cosquillas en mi vagina y su otra mano me sostenía por la cintura y me acariciaba desde mi cadera hasta mis pechos, mientras estábamos bajo la ducha mojándonos. Me di media vuelta y empecé a besarlo y abrazarlo con mucha pasión y lujuria. De la ducha nos fuimos a la cama. Evan me acostó en mi cama y empezó a besarme desde mis labios, pasando por mi cuello, mis pechos, chupando mis pezones, lamiendo mi estómago y mi clítoris. Evan me penetró y empezó a moverse sobre mí intensamente. Gemidos y leves gritos hacía mientras él se movía sobre mí y a su vez me besaba desde mis labios hasta mi cuello. Me agarró y me sentó sobre y de frente a él. Yo me agitaba sobre su entrepierna una y otra vez, mientras él acariciaba mi espalda, mis hombros, mis pechos y besaba mi cuello y mis labios. Luego, Evan se acostó y yo me quede encima de él, seguía agitándome, mientras él pasaba sus manos una y otra vez por mis caderas, mis pechos, mis hombros y mis brazos; nos agarrábamos de manos, me ponía su dedo en mi boca y se lo chupaba y mordía suavemente. Mis manos acariciaban su pecho una y otra vez. Me inclinaba hacia su pecho y se lo besaba y lamía una y otra vez. Acto seguido, Evan y yo nos acostamos de lado, él detrás de mí. Me penetraba por mi trasero y me agarraba por la cintura al mismo tiempo que ambos seguíamos moviéndonos sensualmente. Me pasaba su mano derecha por mis pechos, mi vagina, mi pierna derecha, mi espalda y mi hombro. Evan cambiaba la intensidad de sus movimientos de lenta a rápida; yo reía, gritaba y gemía cada vez que él lo hacía, hasta que nuestros cuerpos no aguantaron más y se detuvieron. Llenos de sudor, Evan y yo nos abrazamos y nos besamos continuamente.
Vaya noche picante en Tampa Bay, eh? No tengo palabras suficientes para describir esta aventura. Evan Longoria es uno de los hombres más sexys dentro de la MLB y el hecho de haber tenido esta fantasía con él sencillamente habla por sí sola. Valió la pena salir por un momento de la “zona de confort” y explorar otro tipo de gente sin salirnos del beisbol.
Te dejo, Diario. Espero abrirte en una próxima oportunidad.
- Carlita.
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