jueves, 27 de marzo de 2014

Capítulo 6: Orgía a la Boricua (Carlita + Anacarmen + Ángel Pagán + Javier López)







Querido Orange Shoe Diary:
Perdóname por no abrirte en todo este tiempo. He estado haciendo millones de cosas que, por supuesto, me quitaban tiempo y me impedían sentarme a escribir mis más ardientes fantasías. Pero hoy, traigo una con sabor latino; un par de delicias boricuas, estrellas de los Giants: Ángel Pagán y Javier López; vienen a ponerle más picante a este diario de lo que ya tiene. Así ocurre esta historia:

San Juan, Puerto Rico. Casas antiguas, gente caminando por las calles de un lado a otro. Carros transitando, turistas extranjeros tomando fotos y llevando souvenirs de recuerdo de su estadía en la Isla del Encanto. Un hombre de avanzada edad sentado en la plaza tocando guitarra y cantando temas de su época.

A todas estas, estábamos Anacarmen y yo comiendo platos típicos puertorriqueños en un restaurante dentro de esa zona. "Amiga, esto lo que está es divino", decía Anacarmen, mientras comía arroz con habichuelas. "Totalmente, comadre. Esto está sabroso, me comería un balde", le respondí.

Luego de pagar la cuenta, Anacarmen y yo salimos a dar una vuelta por la ciudad. Tomábamos fotos, comprábamos souvenirs como recuerdo; en fin, todo lo que hace un turista serio. Hubo un momento que nos cansamos de tanto caminar que decidimos sentarnos en una banca de una plaza.  Mientras revisábamos nuestras conversaciones de Whatsapp y hablábamos de varias cosas, fijé la mirada sobre el otro lado de la carretera que da directo a la plaza. Dos hombres cruzaban la calle directo hacia la plaza.
"Ana, voltea pa' que te enamores. Mira a esos tipos que vienen cruzando la calle"; le dije. "Dios mío", contestó ella. "Así o más bellos?"

Eran dos verdaderos Dioses boricuas. El primero tiene la piel blanca, cabello corto, ojos pardos, sonrisa adorable y magnética, cuerpo atlético y torneado. El otro, de piel bronceada, igualmente de ojos pardos, sonrisa igual de encantadora, cabello ni muy largo ni muy corto y de cuerpo atlético. El primero lucía un sombrero de ala ancha y de medio lado (a lo Pedro Navaja) de color blanco y cinta negra, una camisa tipo guayabera blanca, zapatos flip flops y un pantalón corto, tipo bermuda, color gris. El otro tenía puesta una franelilla gris, flip flops y una bermuda con tela de jeans color marrón.

Tanto Anacarmen y yo estábamos en shock con semejantes monumentos de hombres. Par de sementales latinos. Ellos se acercaron a nuestra banca para preguntarnos la hora. "Son las 5:30 pm, chicos", les dije.
El del sombrero blanco a lo Pedro Navaja nos dijo: "Por su acento no parecen ser de acá, verdad?" Anacarmen y yo nos echamos a reír, para luego responder: "Efectivamente, no somos de acá, somos de Venezuela".       

"Ohh, Venezuela! Hermosa tierra, de grandes peloteros y mujeres bellas, como ustedes, señoritas", nos dijo el de piel bronceada. "Yo soy Ángel Pagán y éste es mi socio Javier López, un placer". "Mucho gusto, muchachos", les respondimos mientras les estrechábamos las manos.
Después de una breve tertulia, Ángel nos hace una invitación a una rumba: "Si no es mucha molestia, las queremos invitar a tomarse unos traguitos con nosotros en el Santiago Bar que queda a la orilla de la playa, les gustaría ir?"
"Pues claro que queremos!", le respondí. Anacarmen luego preguntaría: "Como a qué hora es la cosa?"

A lo que Javier contestó: "A las 8:30 comienza el 'party', nosotros las pasaremos buscando en el hotel donde se hospedan y las llevamos. Lleven ropa playera preferiblemente, de acuerdo?"

"De acuerdo!", respondimos Anacarmen y yo al unísono. Tras intercambiar números telefónicos y dirección del hotel, ambas nos fuimos a nuestra suite a arreglarnos. Nos pusimos nuestros bikinis, franelillas y shorts encima con flip flops en los pies. Tal y como lo planeamos, Ángel y Javier nos esperaban afuera del hotel en un Mercedes-Benz último modelo, propiedad de Javier. Nos montamos en el carro y nos fuimos a la discoteca en la orilla de la playa.

Al llegar ahí, la fiesta se puso intensa. Salsa, merengue, música electrónica, reggaeton y bachata sonaba sin parar. Ángel y Javier nos servían tragos y bailábamos con ellos. Entre trago y trago nos íbamos emborrachando, y fue allí cuando los cuatro salimos a echarnos un chapuzón en la playa. Fue allí cuando el momento se calentó. Ángel empezó a recorrer sus manos por mi cuerpo, quitándome el bikini. Anacarmen le hacía sexo oral a Javier con su cabeza sumergida en el agua.

Acto seguido, nos fuimos todos a la orilla y el show seguía. Ángel me puso en cuatro y me penetraba por detrás una y otra vez, mientras Javier respondía con sexo oral a Anacarmen, haciéndole cosquillas en su clítoris mientras acariciaba sus piernas, su estómago, la agarraba de manos y le masajeaba los pechos.

A medida que pasaba el tiempo, la cosa se ponía cada vez más picante. Javier puso a Anacarmen en cuatro y la penetraba; Ángel se acostó en el suelo, de manera que yo me sentara sobre su entrepierna y rebotara en él, a su vez que éste hacía cosquillas en mis pezones y pasaba sus manos por todo mi cuerpo.

Y cada vez más subía la intensidad. Ahora era Javier el que me penetraba por detrás, acostados de lado; entretanto Ángel estaba justo a mi lado con Anacarmen sentada sobre su entrepierna moviéndose como loba en celo. Javier me acariciaba una y otra vez, metiéndome la mano en la vagina y acariciándome las piernas, dándome nalgadas y cosquillas en los pezones; yo le acariciaba el torso a Ángel y él hacía lo propio con Anacarmen, con cosquillas en los pezones, masajes en sus pechos y caricias por todas partes, caricias que iban y venían, hasta que no pudimos más. 

Cuánto sabor y fuego hubo esa noche. Una noche boricua que quedará para el recuerdo. Playa, fiesta, tragos, sexo, un par de sexys latin lovers, qué mejor que eso? Nada.
Toca dejarte, Diario. Espero no abandonarte más de la manera que lo hice esa última vez, te lo prometo. Buenas noches.
- Carlita.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Capítulo 5: Lujuria Campestre (Carlita + Milena + Madison Bumgarner)



Querido Orange Shoe Diary:
Luego de haber terminado mi último semestre con todas mis materias aprobadas, vuelvo a abrirte y escribir mis más ardientes fantasías. Esta vez, nos vamos al campo con Madison Bumgarner. Siendo él de una zona rural en el estado de North Carolina, esta fantasía recrea momentos picantes en un lugar muy tranquilo y sabroso. Así se desarrolla esta historia:

Un día muy soleado en un extenso campo verde. Sembradíos de todo tipo de vegetales, legumbres y hortalizas. Árboles frondosos y con jugosos frutos. Caballerizas y corrales donde reposa todo tipo de ganado: vacas, caballos, ovejas, corderos, gallos, gallinas, pavos, etc.

Mi  hermana Milena y yo estábamos paseando por el campo con nuestro caballo. Contemplábamos los hermosos paisajes que nos regalaba la naturaleza.
“Ohhh, amo el olor del campo. Es tan mágico este lugar que no tiene ningún tipo de comparación”, le decía a Milena. “Este es nuestro oasis ante tanto alboroto en la ciudad, ahhhh amo el campo”, respondió ella.

Mientras cabalgábamos, pasamos por una granja que estaba a unos 50 metros de la nuestra. En dicha granja, estaba un joven guapo montado en su caballo.

Ambas quedamos hipnotizadas al ver a este semental recorriendo el campo montado en el lomo de su equino. De estatura inmensa, ojos marrones, piel bronceada, cuerpo perfectamente estilizado; este muchacho se acercó con su caballo a la cerca de la granja justo donde Milena y yo estábamos contemplando sus encantos.
“Hola. Bonito día para cabalgar, ¿no?”; nos decía Madison. “Sí, es un bonito día para explorar el campo, bebé”, respondió con tono perverso Milena. “Yo soy Milena, y ella es mi hermana Carla”.
“Mucho gusto”, le dije mientras le extendía mi mano al chico; el cual respondió: “El gusto es mío chicas. Soy Madison”.
“Lindo nombre”- dijo Milena.  

Tras varios minutos hablando, Madison nos invitó a dar una vuelta por su hermosa finca. Nosotras, sin pensarlo dos veces, aceptamos la invitación y accedimos a su finca. 
Madison nos enseñó todo, desde la casa, pasando por los potreros y corrales. Milena y yo veíamos y acariciábamos a sus cerdos, vacas, caballos, ovejas y corderos.  
“¡Qué hermosa finca tienes, Madison!”, le exclamó Milena; al tiempo que yo, igualmente, le tiraba un piropo a su finca diciéndole: “Está muy cuidada y hermosa tu finca, simplemente me encanta”.
“Gracias”, respondió Madison, para luego dirigirnos estas palabras: “Quiero llevarlas a un lugar especial montadas en mi caballo, Tiempo”.

Tanto Milena como yo quedamos en shock, y como somos muy curiosas, decidimos montarnos en su caballo. Tras un paseo a caballo, en donde pasamos por extensos y verdes campos, Madison nos llevó a una colina con un enorme y frondoso árbol que nos cubría del intenso brillo del Sol. Madison se bajó del lomo de Tiempo, nos bajó a ambas y amarró a su caballo en el tronco del árbol.
“Ambas son dos chicas maravillosas y hermosas”, dijo con tono de piropo Madison, al punto de hacernos sonrojas tanto a Milena como a mí.

Luego de más de 20 minutos, Milena (quien estaba más alborotada hormonalmente con él) le robó un beso a Madison. Él quedó en shock por un segundo, pero luego la agarró, la abrazó y le susurró al oído: “Ese beso estuvo rico”.  - “Awww”, soltó Milena. 

Ambos empezaron a besarse, acariciarse y desnudarse. Yo me puse al otro lado del tronco del árbol oyendo los gemidos de Milena y Madison.
Milena fue desnudando poco a poco a Madison, desabotonándole su camisa, bajándole sus pantalones, quitándole sus botas vaqueras y despojándole su ropa interior. Madison hacía lo propio con ella, quitándole camisa, pantalón, botas y ropa de lingérie. Caricias iban y venían entre ambos; mientras yo estaba de “voyeurista” observando cómo mi hermana era seducida por este semental del campo.

Milena se acostó en la grama boca arriba mientras Madison le masajeaba la vagina una y otra vez con su lengua, le acariciaba sus piernas, su barriga y sus pechos para estimularla más y más. Ella entró en éxtasis total. Luego, Madison introdujo su miembro en la vagina de Milena y la penetró una y otra vez. Mientras los escuchaba gemir, yo me masturbaba constantemente.
Acto seguido, Milena se montó en la entrepierna de Madison. Ambos se movían intensamente. Él la acariciaba desde sus piernas, subía a su barriga, sus pechos y sus hombros mientras ella rebotaba encima de él. “¡Ay! Dame más duro”, decía Milena; por lo que Madison la complacía con todas sus fantasías, hasta que ella no pudo más.

Pero Madison seguía con ganas de sexo. Así que me llamó y yo regresé al lado del tronco donde ellos estaban. Me le desnudé y empezó a acariciarme y besarme por todas partes.  Milena se sentó a nuestro lado para andar de “voyeurista” mientras él y yo nos calentábamos. 

Me monté sobre su entrepierna. Madison deslizaba sus manos a lo largo de mi cuerpo una y otra vez. Milena no aguantaba tanto “voyeurismo” de su parte y se acostó al lado de Madison; ésta le acariciaba el torso, se lo lamía y besaba sus labios mientras yo “cabalgaba” encima de él. Caricias iban y venían: en mis piernas, mi estómago, mis pechos; ponía sus dedos en mi boca para mordérselos; hasta que todos no pudimos más. 

Sin duda, fue la fantasía campestre más sexy que se haya tenido. Madison es un chico del campo muy dulce, pero a la vez “salvaje” sexualmente hablando, claro está.
Te dejo, Diario. Tanto tiempo sin escribirte valió la pena, y ya muero por volver a abrirte. Buenas noches.
-Carlita.

Capítulo 4: "Música, playa y sexo con el muñeco de carne y hueso" (Carlita + Buster Posey)






Querido Orange Shoe Diary:
Nos volvemos a encontrar Esta vez, te escribo para contarte una nueva fantasía diferente en todos los sentidos. Hoy, el blanco de toda mi imaginaria seducción es Buster Posey. Así se recrea esta maravillosa fantasía con el MVP de la carita de bebé:
Un bar & lounge. Miles de personas bailando, tomando sus tragos y disfrutando de la activa noche del viernes. Yo me encontraba sentada en una mesa tomando mis tragos en solitario. Estaba en pleno despecho porque había terminado con mi ex novio días antes. A las 10 de la noche, comenzó la ronda de karaoke. Cantaron primero unas cuatro personas. Hasta que un hombre apareció para participar en el karaoke. Un hombre de otro planeta; de piel blanca, ojos verdes intensos, casi azules; labios rojizos y sexys, cuerpo rellenito pero formado y atlético y su rostro era de niño. 
Me quedé hipnotizada mientras él cantaba “Secrets” de OneRepublic. “Tell me what you want to hear, something that we’re like those years, sick of all the insincere, so I’m gonna give all my secrets away”, cantaba este enigmático hombre mientras yo, con algunos tragos encima cantaba y movía mis manos de un lado a otro, como si estuviera en un concierto. Al terminar de cantar, el hombre se sentó en su mesa. Unas 5 personas siguieron cantando en el karaoke hasta que me animé y decidí agarrar el micrófono para cantar “Addicted to you” de Shakira con mis tragos encima siempre con la mirada directa hacia el chico de la cara de muñeco. 
“Debe ser el perfume que usas o el agua con la que te bañas, pero cada cosita que haces a mí me parece una hazaña (…)”, cantaba. Hay una frase en dicha canción que quedaba “como anillo al dedo” al “muñeco”; por lo tanto y mientras yo la cantaba, bailaba seductoramente, coqueteaba y hacía pleno contacto visual al susodicho: “Son tus ojos marrones, esa veta verdosa, es tu cara de niño, y esa risa nerviosa”.
Me fui hasta su mesa, lo saqué a bailar y le cantaba mientras le bailaba sensualmente: “I’m addicted to you, porque es un vicio tu piel, baby I’m addicted to you, quiero que te dejes querer”. El chico me decía al oído con su cara sonrojada: “No puedo creer que me hagas esto, que me sacaras a bailar. Eres genial”; a lo que yo le contesté en el oído: “Gracias. Y, ¿cómo te llamas?”
“Me llamo Gerald, pero todos me dicen ‘Buster’, ¿y tú?”; dijo él, a lo que contesté: “Me llamo Carla, un placer, Buster" *guiño*.
Al terminar de cantar, Buster se sentó conmigo en la mesa donde yo estaba tomando mis tragos. Sobre la mesa, tenía sangría, jugo de naranja, vodka, ron, whisky y cuatro cervezas. Buster y yo nos servimos vasos de sangría y empezamos a tomar y a conversar un buen rato. 
“Oye, qué voz tan hermosa tienes, y además bailas espectacular”, me decía Buster. “Gracias”, le contesté y luego le dije: “Sólo lo hago por diversión, pero no porque de verdad quiera ser una cantante famosa. Ah, por cierto, tú también cantas hermosísimo”. Buster sonrió y siguió sacándome conversación. Luego de un buen rato hablando, Buster me propuso una salida: “Carla, quería invitarte a mi casa en la playa este fin de semana próximo; así podríamos halar mucho mejor, en privado y bajo el sol intenso, ¿me entiendes?”
Yo, sin ningún remordimiento, le respondí: “No hay problema. Iré el fin de semana contigo a la playa. Sólo dime día y hora exactos para ir entonces arreglando todo  para ese paseo” *guiño*.
Él contestó: “A las 9 am el sábado. Dame la dirección de tu casa y así te busco en mi auto directamente en la puerta de tu casa”. “No hay problema, querido”, le contesté. Después de intercambiarnos números de teléfonos, e-mails y unos tragos más; nos fuimos a nuestras casas.
El fin de semana siguiente, específicamente el sábado; la alarma suena a las 7:30 am. Me levanto de mi cama, me preparo de desayuno unos sándwiches con huevo frito y tocineta y una taza de café con leche. Luego de desayunar, arreglé mis maletas para el fin de semana. Unas dos toallas, crema bloqueadora, cepillo y pasta de dientes, maquillaje, ropa de playa, dos bikinis y un traje de baño entero, tres pares de flip flops, tres conjuntos de ropa interior, pijamas, champú, desodorante, etc. A las 9:10 minutos de la mañana Buster se paró enfrente de mi casa, tocó la corneta por lo menos tres veces hasta que salí a embarcarme en su carro. 
“Disculpa la demora, Buster. Estaba terminando de arreglarme y de arreglar mis cosas”. Buster soltó una mínima carcajada y me dijo: “Calma. Yo entiendo a las mujeres. Ustedes tienen tantas cosas y tantos métodos para verse bien a donde vayan, así que despreocúpate. Lo importante es que vamos a la playa a relajarnos, divertirnos y pasarla bien”.
Ambos nos reíamos y arrancamos nuestro trayecto. A lo largo del camino, Buster y yo cantábamos cada canción que sonaba en el reproductor de su carro.
Llegamos a la casa de Buster en la playa. Nos bajamos él y yo del auto y fuimos hasta adentro de la misma. Allí, él me fue mostrando cada espacio de su casa, como si se tratara de MTV Cribs. La casa es de dos pisos; arriba tiene tres habitaciones con sus respectivos baños, un cuarto de estudio con computadora y biblioteca y una terraza bien amplia, con espacio para colgar al menos unas cinco hamacas y con una mesa de pool y de dominó. Abajo hay un living room, una amplia cocina, una sala, un comedor; y afuera hay un amplio patio con parrillera, dos piscinas (una pequeña y otra grande) y un jacuzzi. Y por supuesto, en su fachada un hermoso jardín y atrás un portón de salida exclusiva de la casa hacia la playa. 
“¡Es una casa maravillosa, Buster!”, exclamé. Él sonrió y agradeció el halago hacia su “espacio de aislamiento”. “Mira, si quieres puedes ir cambiándote que dentro de unos minutos me voy a la playa a bañar, y no quiero ir solo, ¿sabes?” decía Buster en tono jocoso, a lo que le respondí: “Claro, mi amor. Dame unos 5 minuticos y estoy allá en la orilla de la playa contigo”. Le di un pequeño beso en su mejilla y me fui al baño a cambiarme. Ya cargaba el bikini puesto, sólo debía quitarme lo que me puse encima y listo.
Luego de dicho cambio de ropa, me fui corriendo hacia la orilla de la playa. Allí me esperaba Buster con sólo una bermuda puesta. Mi vista quedó paralizada al ver a ese muñeco de carne y hueso derrochando su sex-appeal hasta más no poder. No le bastaba con sólo tener su cara armónica y jovial, su cuerpo también era un enigma. Una piel blanca, pero que con lo intenso que estaba el sol ya se estaba empezando a poner rojiza. Y él al verme también quedó congelado. Trajo un altavoz para iPod y conectó su iPod a dicho altavoz. Empezó a ponr música y me pidió que me acercara a él sin miedo. Yo no aguantaba la tentación, así que corrí hacia él. Nos fuimos al agua, nos mojamos lo más que podíamos. Jugábamos con las olas, buscábamos caracoles, y todo era risas, agua y más. Hasta que Buster me besa en la boca. Me abrazaba y acariciaba. Y yo, le hacía lo mismo.
Luego, nos fuimos a la orilla. Buster me acostó en una colchoneta y me colocó una enorme sombrilla para no asolarme tanto. Buster me besuqueaba por todo el cuerpo. Desde el cuello hasta mis piernas. Fue quitándome el bikini lentamente hasta dejarme desnuda. Me besaba los labios y los pasaba por mis pechos, mi estómago, mis muslos y mi clítoris una y otra, y otra, y otra vez.
Acto seguido, Buster me empezó a penetrar suavemente por mi vagina. Mi nivel de excitación iba hacia decibeles altos. De repente, el iPod empezó a reproducir música más romántica y el éxtasis subió a millón.
Más tarde, Buster y yo estamos sentados uno encima de otro. Empiezo a moverme y rebotar encima de él. La música nos inspiraba para que nuestros movimientos fueran intensos cada segundo. Buster pasaba mis manos por mis hombros, mi cabello, mis pechos y mis caderas. Yo le lamía su cuello y acariciaba sus brazos, sus hombros, sus pectorales y su abdomen. Nos besábamos intensamente.
Después, acosté horizontalmente a Buster en la colchoneta, mientras yo me quedaba montada arriba de su entrepierna. Me movía desde suave hasta rápido cada cierto tiempo. Me agarraba de manos con Buster. Le ponía en su boca mi dedo y él lo chupaba una y otra vez. Él subía y bajaba sus manos por mi cintura. Con mis pechos jugaba, los acariciaba y les hacía cosquillas una y otra, y otra, y otra vez. Y mis niveles de excitación sobrepasaban los límites. Reía, gemía, sudaba. Y él ni se diga. Yo recorría mis manos por su pecho y su abdomen por varios segundos. Hasta que llegó el cansancio y no pudimos resistirnos más. Caí encima de Buster y lo abracé y besé hasta decir “basta”.

Sin duda que la música jugó un papel fundamental en toda esta fantasía. Cantando, oyendo, bailando, haciendo el amor.En fin, me disfruté a Buster como nadie se lo ha disfrutado en la vida. Porque él nació para esto, para ser admirado no sólo por su talento; sino por sus encantos físicos de otro planeta.
Te dejo, Diario. Debo seguir mi rumbo.
Nos vemos.
–Carlita.

Capítulo 3: La “Vogelorgía" (Carlita + Alma + Ryan Vogelsong + Nicole Vogelsong)





Querido Orange Shoe Diary:
Te escribo nuevamente porque con todo y que ando estresadísima con tantas cosas por hacer, se me ha venido a la mente una nueva fantasía con Ryan Vogelsong. Pero esta vez, él y yo no estamos solos. Así comienza mi segunda “Vogelfantasía”:
Un cafetín. Mucha gente sentada en sus mesas conversando y tomando café. Mocaccinos, cappuccinos, con leche, negro; todo tipo de café se servía y se llevaba de uno a otro lado durante cada segundo que pasaba. En una de esas mesas, Alma y yo estábamos sentadas y hablando de cosas de chicas.  Eran las 9:30 am de un jueves. Luego de pedirle al mesonero par de tazas de cappuccino, Alma me hablaba de su trabajo en su consultorio sexual. Ella es sexóloga y trabaja como consejera sexual. Yo, soy su “secretaria” (o dama de compañía). Yo le ayudo a cada “paciente” de Alma a mejorar su vida sexual. Claro, cuando ella necesita de mi ayuda.
La semana anterior no estaba en su consultorio porque me tomé una semana de vacaciones y me fui a Punta Cana, República Dominicana, a disfrutar mis merecidos días de descanso; por lo tanto, Alma me comentó de un caso muy particular que conoció el jueves de esa semana:
“Carlita, ¿sabes qué? El jueves de la semana pasada me visitó una mujer desesperada y preocupada sexualmente porque su marido nunca tiene ánimos ni ganas de tener sexo con ella”; me comentaba Alma, mientras yo ponía cara de asombro al contarme el caso de esa “paciente”.
“Dios mío, ¿y eso por qué?” le pregunto yo; a lo que Alma inmediatamente contesta: “Ella me cuenta que su marido siempre llega estresado y cansado a su casa luego de entrenar; es que el hombre juega beisbol, imagínate. Y pues, hay días en que ella quiere tener sexo con él y nunca puede por eso. Y cuando tiene chance de tener sexo con él, el acto se torna demasiado monótono y aburrido. Anda desesperada por algo distinto para mejorar su actividad sexual”.
“Wow, imagínate. ¿Tienes allí a la mano alguna ‘historia médica’ de esa mujer? Sólo por curiosear”, le pregunté con una mirada algo picarona a Alma. Ella se echó a reír y sacó su “historial de consultas”. Ubicó en dicho historial el caso de esta mujer, y me lo mostró. 
“Acá está. Nicole Vogelsong, 33 años, casada desde hace 7 años con Ryan Vogelsong. Madre de un niño, aspirante a cantante, ama de casa”, me leyó Alma mientras me mostraba la página del historial con la consulta de Nicole. “Wow, muy interesante la cosa”, le dije yo. “Me encantaría conocer más a fondo su caso, porque tengo en mi mente una solución perfecta para eso”.
Alma me comentó luego: “Casualmente, ella va a mi consultorio esta tarde, en punto de las 4. Y como veo tu interés en ayudarla, puedes venir conmigo a mi consultorio y así le planteamos esa solución que tienes en tu cabeza, mi Carlita”. Con un guiño, le respondí: “Perfecto, mi Almita”. “Veo en ti una gran mediadora para este caso”, me respondió Alma devolviéndome un guiño.
Esa misma tarde, a las 4 pm (tal cual como dijo Alma); estábamos las dos en el consultorio cuando suena el timbre. (*Sonido de timbre*) “Voy”, gritó Alma mientras salía de su consultorio para abrirle la puerta a la próxima visitante.  Al abrir la puerta, era efectivamente la señorita Vogelsong la que entraba al lugar. “Hola Nicole, pasa”; le dijo Alma. “Hola, doctora Alma, qué placer verte una vez más”.
Ambas entraron al consultorio. “Nicole, ella es Carla; mi secretaria”. – “Mucho gusto, Nicole”, le respondí mientras extendía mi mano hacia ella; a lo que respondió: “Hola Carla, un placer”. Alma le comentó a Nicole sobre mí: “Ella no estaba acá antes porque andaba de vacaciones en República Dominicana y por lo tanto no había conocido tu caso. Le hablé sobre ti esta mañana mientras tomábamos un café y se interesó en ayudarte en tu problema sexual con Ryan”. Nicole se asombró con ese comentario de Alma y me fue comentando su caso: “Carla, puedo notar en tu cara que quieres ayudarme y te lo agradezco. El problema radica en que yo cada vez que siento que Ryan llega a la casa quiero consentirlo y hacerle sus ‘cariñitos’, ¿me entiendes? Y cuando puedo tener sexo con él, el acto se torna muy aburrido y no hay nada de chispa. Así que, tú dices que tienes la solución a mi problema, ¿de qué se trata? ¿Qué debo hacer?”
Miré a Alma, volteé la mirada otra vez a Nicole y le dije: “No sé si te va a gustar mucho, y sé que esto será un poco comprometedor, pero si esto te sirve para cambiar un poco tu rutina sexual con Ryan, te propongo una orgía. Tú, Ryan, yo, Alma quizás supervisando todo, en la habitación que está al lado de este consultorio. Piénsalo”. 
Nicole puso una cara de incertidumbre, y algo dudosa me dijo: “Pero, ¿no crees que es algo riesgosa una orgía? Es decir, ¿tú estás segura que esto no terminará mal?” a lo que respondí contundentemente: “Despreocúpate, Nicole. Yo tengo todo fríamente calculado, y te garantizo que todo saldrá bien. La idea no es que tú tengas que hacer la orgía a juro, osea, obligado cuando él no te satisfaga sexualmente. La idea es que tengas una manera distinta de seducir a tu pareja y tener mejores resultados en el acto sexual. Punto”.
Luego, Alma le dijo a Nicole: “Confía en Carla. Ella ha hecho esta misma orgía antes con otras parejas y le ha funcionado de maravillas. Vente con Ryan esta noche a las 9 pm. Deja a tu hijo con tu mamá, o con la mamá de Ryan y te vienes con él. Si te preguntan para dónde van los dos, diles que tienen una pequeña reunión con unas amigas tuyas”. Alma luego le sugirió: “Ah, antes de que te vengas y sin que él se dé cuenta, tráete una botella de champagne, unas fresas y un frasco de Nutella. Y ponte una ropa de lingérie bien sexy”.
Nicole esa noche se apareció con Ryan en el consultorio de Alma. Cargaba en una bolsa el champagne, las fresas y la Nutella bien tapaditas que él no se diera cuenta, tal cual como le recomendó Alma. Nicole tocó el timbre, Alma salió corriendo a abrirle la puerta, los recibió y los llevó a la sala de estar. “¿Cómo estás, Nicole? Hola Ryan” saludaba Alma a ambos. Nicole le dijo a Ryan: “Ah, ‘Ry’, no te había presentado antes a Alma, es una amiga”. “Mucho gusto”, respondió Ryan mientras se presentaba ante Alma. “Pueden sentarse en el sofá”, les sugirió ella mientras Nicole le daba la bolsa con las cosas para llevarlas a la cocina; para la cual me llamó: “Carla, llévame esto a la cocina”. Yo llevé las cosas, mientras Alma se sentó con los Vogelsong a hablar un rato.

Mientras tanto, en la habitación ubicada al lado del consultorio de Alma, yo estaba preparando todo para realizar la orgía.
Aproximadamente unos 45 minutos después de la tertulia entre Alma y la “Vogelpareja”, Nicole empezó con la sorpresa para Ryan. “Mi amor, te tenemos una sorpresa para ti”, le comentó ella. Ryan estaba incrédulo ante lo que le decía su esposa. “¿Cómo así? Si mi cumpleaños no es por estas fechas ni nada parecido”, se preguntaba él.
“Tranquilo, todo va a estar bien, sólo quédate en silencio y disfruta el momento”, le recomendó Alma, mientras le tapaba los ojos con un antifaz negro. Nicole sonreía pícaramente mientras veía cómo Alma le tapaba los ojos a su esposo previo a la “vogelorgía”. Alma me llamó para pedirme un favor: “Carla, ven acá”.
Yo me salí corriendo del cuarto para ver qué era lo que Alma quería, y ella me pidió en voz baja: “Tráete lo que te llevaste a la cocina para el cuarto que ya voy a llevar a Ryan”. “Ok, voy para allá”, le contesté, para posteriormente ir a la cocina a buscar esa bolsa. Ya en el curto, empezamos a poner a prueba nuestro plan. Cada una de nosotras (porque Alma se anotó también para la orgía), fuimos agarrando una fresa y la rellenamos de Nutella. Pasábamos cada fresa cubierta de Nutella por la boca de Ryan y éste se las comía.
“Dime si están deliciosas, mi amor”, le decía en tono seductor Nicole mientras le daba una fresa con Nutella a Ryan, al tiempo que yo me puse detrás de él a acariciarlo y quitándole la franela poco a poco. Luego que su torso quedara desnudo, Alma lo acostó en la cama y empezó a esparcirle Nutella por su pecho y su abdomen. Ahora, el próximo juego de seducción era lamerle todo lo que pudiéramos en su cuerpo con la intención de saborear la Nutella en él. La primera, por obvias razones, fue Nicole. Ella pasó su lengua por el pecho de Ryan de arriba hacia abajo. Luego vendría yo con el mismo procedimiento, y por último Alma; y continuábamos hasta que su torso no tuviera ni un solo poquito de Nutella. Ryan se sentía en las nubes con tantos “cariñitos” dulces.
Acto seguido, la”Vogelorgía” se ponía cada vez más intensa. Alma empezó a acariciar a Ryan hasta quitarle los pantalones, mientras Nicole y yo empezamos a “jugar” entre nosotras, haciéndole striptease a Ryan. Alma le quitó el antifaz para que él pudiera apreciar bien el baile erótico entre ambas. Nicole y yo nos empezábamos a acariciar y a bailar eróticamente en lingérie hasta que poco a poco nos fuimos desnudando. Le daba una fresa a Nicole para que la comiera, y viceversa. Mientras, Alma besaba y acariciaba a Ryan para que se empezara a excitar más rápido. Nicole se paró frente a Ryan y empezó a bailarle como si fuera una stripper profesional. Ryan le pasaba las manos por la cintura, por sus pechos, sus hombros, etc. Yo le acomodaba el cabello mientras ella terminaba de acomodarse encima de él. Ambos se acostaron a la cama y dieron vuelta. Nicole quedó acostada en la cama mientras Ryan se ponía encima de ella. Le besaba y lamía desde los labios, pasaba por su cuello, sus pechos, chupaba sus pezones una y otra vez, besaba su barriga hasta llegar más abajo. Ryan lamía el clítoris de Nicole y cada cinco minutos variaba la intensidad, de suave a rápida. Alma y yo ayudábamos a Ryan “atacando” sexualmente a Nicole, mientras Alma chupaba un pezón, yo le hacía cosquillas en el otro y lamía su cuello. Nicole se sentía totalmente extasiada, gemía, reía, etc., jamás ella había sentido tanto como esa noche.
Posteriormente, Nicole se montó encima de Ryan. Yo me coloqué detrás de ella y Alma se acostó al lado de Ryan. La temperatura subía al momento en que Nicole empezó a rebotar sobre la entrepierna de Ryan. Su nivel de éxtasis subía a más de mil mientras Ryan la penetraba y la acariciaba en sus piernas, sus caderas, sus pechos. Alma le daba otra fresa con Nutella a Ryan mientras él “zampaba” a Nicole; entretanto yo a ella le acariciaba la espalda, le agarraba el cabello, masajeaba su cuello con mis labios, le hacía cosquillas en su vagina con mi mano derecha mientras le pasaba mi mano izquierda por un pezón de ella y lamía sus mejillas; al mismo tiempo que Ryan la penetraba y le hacía cosquillas en el otro pezón. Hubo un momento en que tanto mis manos como las de Ryan estaban apretando los pechos de Nicole delicadamente. 
Más tarde, Alma agarró la botella de champagne previamente descorchada, le puso la boca de la botella en los labios de Nicole y ésta tomó un sorbo mientras seguía moviéndose como loba en celo ante Ryan. Luego, le dio un poco a él, y después a mí; para luego beber ella un sorbo y luego regarlo a todos. Nicole se agarraba de las manos con Ryan mientras yo ponía mis manos acariciando y masajeando sus pechos. Alma acariciaba a Ryan por su pecho y su rostro y besaba sus labios constantemente mientras Nicole y yo gozábamos un mundo. Hasta que Nicole no pudo más y cayó encima de su hombre completamente con el éxtasis a millón. Ryan logró recuperar la confianza en sí mismo y le prometió a Nicole complacerla con sus deseos sexuales tal y como ella los quiere. Ambos salieron del consultorio más felices que niño con Nintendo DS nuevo. Y nosotras, bueno, hicimos nuestro agosto.

Definitivamente es la fantasía más picante que he tenido hasta ahora. Como te dije anteriormente, un hombre tan sexy como Vogey provoca darle duro hasta que se quede sin próstata jajajaja. Y bueno, Nicole es una mujer muy linda, y ella junto a él hacen una buena pareja. Si de verdad fuera bisexual, no tendría problemas en tener más “Vogelorgías” o “Vogeltríos” si fuéramos sólo ellos y yo jajajaja.
Te dejo Diario. Tengo muchas cosas por hacer y que dejé de hacer algunas para escribirte. Buenas noches.
Carlita