Querido
Orange Shoe Diary:
Te escribo
esta noche porque no he podido olvidar la fantasía tan bizarra y a la vez
tan sexy que tuve en estos días con Ryan Vogelsong. Sé que todos los jugadores
de los San Francisco Giants están como quieren, pero el “Vogey” es otro nivel
de sensualidad más alto. En fin, sin perder más tiempo, aquí va mi
“Vogelfantasía”:
Un manantial en el medio de una
montaña, neblina intensa, llovizna. Árboles y arbustos mojados y con verdes
intensos en sus diferentes tonalidades. En el manantial, una pequeña cascada bañaba
el lugar. El agua se sentía fría y rica, perfecta para darse un buen chapuzón.
A aproximadamente unos 600 metros del
lugar estaba yo, caminando, trotando, explorando la montaña. Decidí ir a dar
una vuelta porque estaba aburrida de andar encerrada en la cabaña donde
pernocto el fin de semana. Mientras caminaba, logré sentir el sonido de la
pequeña cascada cayendo sobre el manantial. Me llamó la atención que un lugar
con agua estuviese en la montaña y decidí ir a averiguar qué tal era.
Al llegar al lugar, pude contemplar
ese majestuoso espectáculo que la naturaleza me brindaba. Ese oasis en medio de
tantos árboles aumentó cada vez más su encanto cuando veo a un hombre dentro de
allí tomando un baño. Contemplé el paisaje por 10 segundos, pero me quedé viendo
por ratos a este enigmático personaje.
Tratando de que él no se diera cuenta,
me escondí en algunas plantas y me senté en una piedra contigua a la orilla del
manantial. Saqué mis binoculares y, disimuladamente, fui observando y
deleitándome con semejante espectáculo de hombre que veía.
Era un verdadero Dios del Olimpo. De
piel blanca algo bronceada, facciones sumamente varoniles, ojos camaleónicos (a
veces marrones, a veces miel, otras veces y si hay suerte, verdes), labios
rosados y carnosos, una barba bien afeitada, mirada seductora y un cuerpo
torneado, atlético, saludable, de locura.
Y bueno yo, quedé muda. No decía nada,
sólo veía cada movimiento que él hacía mientras se bañaba debajo de la pequeña
cascada. Una serie de pensamientos y sensaciones alucinantes tenía dentro de mí
al ver cómo cada chorrito que caía de esa mini cascada recorría cada espacio de
su cuerpo torneado y encantador. Lo que jamás me percaté fue que estaba desnudo
totalmente hasta que se sumergió y volvió a salir y pude ver su derriére. Al ver eso, pegué un grito: “OHHH
DIOSSS!!”.
Al escuchar el grito, el hombre volteó
y me miró. Asombrado, salió corriendo del manantial. Agarró una toalla y se
tapó de las caderas para abajo y salió corriendo detrás de mí. Yo lo veía
acercarse y pegué de una vez la carrera, pero luego llegó y me gritó: “Hey! No
te vayas, quédate”.
Mi lado salvaje se estremeció al
escuchar de esa varonil y hermosa voz que me quedara en el lugar. Sin tapujos,
di media vuelta, me devolví y, aunque tenía algo de pena y me estaba
sonrojando, le dije: “Hola”.
Él, sin nada de pena al pararse de
frente a mí y sólo con una toalla puesta encima, mirándome fijamente y
seductoramente me dice: “En todo el tiempo que he venido a este manantial a
bañarme, jamás una mujer me había visto darme un baño acá (jajajajajaa). Mucho
gusto, Ryan Vogelsong.”
Él extendió su mano para presentarse
ante mí, y yo le respondí: “Oh, qué amable, Mr. Vogelsong. Soy Carla, pero
puedes decirme ‘Carlita’ sin ningún problema. Un placer”.
Ryan sonrió y me preguntó: “¿qué edad
tienes?” Le contesté: “21, ¿y tú?”
Él contestó: “Si te digo, no me
lo vas a creer… Tengo 35 años”. Y yo le dije: “¿En serio? ¡WOW! Para
ser de 35 eres muy sexy, déjame decirte este niño”. Ryan soltó una carcajada y
se sonrojó un poco, y luego me soltó esta perlita: “Y ahora que estás tú acá,
no te gustaría si… Tú sabes; tú, yo, el manantial, los dos bañándonos debajo de
la cascada, en fin…”
Yo con los ojos casi desorbitados, le
dije: “Pero bueno chico, apenas nos estamos conociendo ¿y ya quieres meterme en
el manantial? Bájale dos, brother. No tengo traje de baño puesto, el traje de
baño lo dejé en el maletín y eso está en mi cabaña que queda a unos 600 metros
de acá, ¿tú sabes lo que es descender hasta mi cabaña con estos caminos tan
empinados que tiene esta montaña?”
Ryan no aguantaba la risa, y luego
dijo: “Ok, ya cálmate. Una cosita: Yo me estoy bañando desnudo, yo tampoco
traje una bermuda para bañarme. La toalla y de vaina. Pero, normal. Tranquila
chica, desenróllate; la ropa la puedes colocar en esta piedra junto a la mía, y
te bañas desnuda. Punto”.
Yo intentaba hacerme la dura, pero mi
tentación es fuerte, tan fuerte que no pude resistir, me quité la ropa
enteramente. Mi top deportivo, mi pantalón deportivo, mi ropa interior (sostén
y pantaletas, las 2 cosas), las medias y los zapatos. En traje de Eva quedé
totalmente para irme con mi Adán (a.k.a Ryan). “Lista para irme contigo”, le
dije. Sonriendo, Ryan me contestó: “Vámonos, sin perder más tiempo”.
Ryan se quitó su toalla y nos fuimos
corriendo ambos al manantial. Empezamos a jugar con el agua y sin controlar mis
emociones, empecé a abrazarlo. Y comenzaba, en ese momento, el continuo roce
bien picante entre ambos. Sus manos mojadas recorrían mi cuerpo suave y
sensualmente. Desde mi espalda hasta mis piernas. En mis hombros, en mi rostro,
en mis pechos, en mis pezones. En fin, donde pudiera meter mano. Sus labios sexys y carnosos masajeaban
mi cuello. Pasaba su lengua por mi espalda circular y suavemente. Mi piel
vibraba con cada sensación y cosquillas que me provocaban esos “cariñitos”.
Yo no podía resistir a tanto, y decidí
“atacar” a punta de besos y caricias. Ahora eran mis manos las que recorrían el
escultural cuerpo de Ryan. Desde su cabello hasta sus piernas. En su rostro, en
sus hombros, sus brazos, sus pectorales, su abdomen. Y quizás un poco más
abajo. Besé sus carnosos labios con mucha lujuria y pasión. Los gemidos de Ryan
sonaban muy sexy, eran como música para mis oídos.
Acto seguido, Ryan puso un dedo suyo
en mi boca y yo lo mordí y lo chupé. Luego lo abracé fuertemente y lo sumergí
junto a mí hasta debajo del agua. Me llevó luego a una pila de piedras y empezó
a acariciarme, besarme y hacerme una que otra cosita. No paraba de hacerme cualquier
cariñito. Besaba mi cuello, pasaba su lengua por mi espalda, hacía chupones en
mis pezones, etc. Al sentir tantas cosas divinas, mi mente iba a otra
dimensión. Me senté encima de la entrepierna de Ryan y empecé a moverme
sensualmente ante él. Él no paraba de acariciarme. Sus manos sostenían mis
caderas mientras me movía como una loba en celo. Fue recorriendo sus manos por
mis brazos, mis hombros, apretando mis pechos, haciéndome cosquillas en mis
pezones. Me inclinaba y lo besaba en los labios. Nos agarrábamos de manos.
“¡Ay!” era lo único que nos decíamos él y yo. Hasta que llegué al orgasmo y mi
cuerpo no pudo más. Caí encima de Ryan y le di varios besos…
Fue una
fantasía verdaderamente alucinante y algo desenfrenada. Y no sabes cómo me he
pasado toda esta semana pensando en esa travesura jajajajaja. Definitivamente,
no fue un sexo cualquiera, fue el “Vogelsex”. A conciencia, a un hombre tan extremadamente sexy como
Ryan Vogelsong provoca darle duro hasta que se le rompa la próstata
jajajajajajaja.
Te dejo,
Diario. Tengo muchas cosas que hacer mañana. No puedo esperar a que comience el
béisbol.
Buenas
noches.
Carlita.
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